«La crisis es una ruptura del orden moral que ha regido la economía»

por Alvaro Santana Acuña

ÁLVARO SANTANA ACUÑA. INVESTIGADOR. PREMIO LEONCIO RODRÍGUEZ DE PERIODISMO 2008

Fuente: El día (ed. impresa) (ed. digital)

J. A. DULCE, S/C de Tenerife

En una sociedad regida por la inteligencia y no por la mediocridad, los jóvenes tomarían como ejemplo a Álvaro Santana Acuña, investigador tinerfeño cuya carrera académica pasa por las principales universidades del mundo anglosajón. Estudiante de doctorado en el departamento de Sociología de la Universidad de Harvard y miembro de un grupo de análisis sobre la globalización, Santana ha centrado sus últimos estudios en los orígenes de la ciencia moderna y la teoría social, así como en las revoluciones modernas. Estos compromisos no le ha impedido acercar periódicamente su lente a la historia de las Islas. Prueba de ello es el trabajo cuasidetectivesco dedicado a un humilde pero revelador enclave oculto en el centro histórico de La Laguna, artículo que le ha valido el XXXIX Premio de Periodismo otorgado por EL DÍA y que lleva el nombre de su admirado Leoncio Rodríguez.

ÁLVARO SANTANA ACUÑA disertó en la Universidad de Oxford sobre las ideas de Adam Smith.

La noticia de la concesión del premio coincidió con su presencia en la Universidad de Oxford, donde presentó una ponencia con motivo del 250 aniversario de la publicación del libro de Adam Smith (1723-1790) «La teoría de los sentimientos morales», obra que le valió a su autor una celebridad afianzada diecisiete años después por la aparición de una de las cumbres del pensamiento económico: «La riqueza de las naciones» (1776).

¿Por qué cree que el moderno concepto de sociedad está implícito en «La teoría de los sentimientos morales»?

-A lo largo de la historia ha habido maneras diferentes de «etiquetar» las relaciones entre los seres humanos. Sociedad, por ejemplo, es un concepto que comenzó a cobrar importancia durante el siglo XVIII como demuestra Adam Smith. En su libro, detectó que conceptos cotidianos como estamento, estado o cuerpo ya no servían para entender por qué los seres humanos comenzaban a relacionarse y organizarse de manera distinta. Observó que los sistemas democráticos y las relaciones capitalistas se expandían por Europa y América mientras el feudalismo desaparecía. Precisamente, la ciencia social nació en el siglo XVIII para explicar este cambio.

¿Las teorías de Smith suponen una tácita contestación a la misantropía de Hobbes o Hume y, por tanto, una avanzada del positivismo?

-Smith no sólo refutó las tesis de Hobbes y Hume sobre la naturaleza humana, sino también de Locke, Mandeville, Shaftesbury o Hutcheson. Como Miguel Ángel Cabrera y yo hemos investigado, para explicar cómo se comportaban los seres humanos, unos defendieron la importancia del individualismo, mientras otros, como Smith, creían que algo externo al individuo condicionaba sus acciones. No lograron convenir qué era ese «algo», pero tenían claro que no se trataba de la providencia, pues a lo largo del siglo XVIII la religión fue relegada al estatus de sistema de creencias y descartada como una explicación científica de las relaciones humanas. Smith planteó que ese «algo» era la interacción entre las personas, la cual podía generar un espacio autónomo con poder para dirigir las decisiones individuales.

La crisis actual ha reverdecido el discurso anticapitalista. ¿En qué medida esa crítica no está ya incoada en la diatriba de Smith contra el mercantilismo?

-Se tiende a olvidar que Smith no era un economista, sino un filósofo moral. Escribió sobre economía porque en el siglo XVIII se consideraba una rama menor de la filosofía moral. Llamarlo hoy economista es un anacronismo. Al contrario, Smith demostró que, con el declive de la religión y el feudalismo y ante una nueva era de democracia y capitalismo, las relaciones económicas eran cada vez más decisivas en la vida diaria de las personas. Pero sin olvidar que esas relaciones descansaban sobre la moral y la ética. Smith criticó al mercantilismo por ser un residuo del pasado, incapaz de adaptarse a la nueva era.

La más famosa teoría de Smith tiene que ver con la «mano invisible» que rige la economía. ¿No ha hecho el neoliberalismo una interpretación torticera de esa idea?

-Aunque no lo inventó, la mano invisible es el término más polémico, sobre el que más se ha escrito y, sin duda, el peor entendido. Paradójicamente, Smith sólo lo empleó dos veces en toda su obra. En «La teoría de los sentimientos morales» introdujo un término más valioso: el espectador imparcial. Se trata de una «voz» que nace de cada uno de nosotros como resultado de la interacción con otras personas. Esa voz interior nos guía para tomar decisiones correctas. Según Smith, cuando no somos capaces de actuar como espectadores imparciales ponemos en riesgo nuestra humanidad e incluso a la sociedad.

La sociedad actual, con sus políticos al frente, vive de espaldas al pensamiento. Pero, ¿cómo pueden ayudar autores como Platón, Smith o Keynes a racionalizar los efectos de la crisis?

-Smith era un filósofo moral que escribió sobre economía. Por usar su ejemplo, es un híbrido entre el filósofo Platón y el economista Keynes. De Isaac Newton se dice que fue el último de los magos y el primero de los científicos. El legado de Smith resulta tan fascinante porque se inscribe en una transición similar: en el siglo XVIII la economía pasó de referirse al «manejo del hogar» a un sistema gobernado por complejas leyes, como la oferta y la demanda. Con términos como el espectador imparcial o la mano invisible, Smith explicó que la economía y las relaciones humanas sólo parecen funcionar automáticamente cuando preexiste un acuerdo tácito entre las personas sobre las reglas del juego. La economía y la sociedad modernas descansan sobre la aceptación mayoritaria, colectiva e implícita de presupuestos morales. Por eso, la crisis actual es una ruptura del orden moral que ha regido la economía, al menos, en las últimas tres décadas. El colapso de las hipotecas «subprime», fraudes como el «caso Madoff» y otras malas prácticas financieras son desafortunados ejemplos de dicha ruptura.

¿Qué sucedía en Canarias en la época de Adam Smith y qué ilustrados mostraron interés por las ideas del filósofo inglés?

-En Canarias comenzaba a desembarcar la Ilustración. El Archipiélago no sólo absorbió, sino que produjo insignes ilustrados como Viera y Clavijo y Agustín de Betancourt. Hoy tenemos un conocimiento más detallado gracias a los trabajos de Juan Ramón Núñez y Teresa Noreña sobre las elites políticas y familias de los siglos XVIII y XIX y de Antonio Macías sobre el pensamiento económico de Alonso de Nava y Grimón, acaso uno de los hombres más poderosos de nuestra historia, quien conocía las tesis de Smith. Ilustrados canarios como Viera hubiesen reaccionado perplejos ante la insularización de la economía canaria a partir del siglo XIX, cuando se abandonó la idea de «región» por la de «siete islas».

Compromisos heredados

  • Álvaro Santana considera “una satisfacción personal” haber recibido el XXXIX Premio de Periodismo Leoncio Rodríguez, concedido ex aequo a VíctorÁlamo de la Rosa. A propósito, recuerda que su abuelo, “ex alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Félix Álvaro Acuña, fue premiado por un artículo en el que ya defendía la fusión de Santa Cruz y La Laguna a finales de los años setenta”. Asimismo le honra haber obtenido el galardón que lleva el nombre del fundador de La Prensa por otro motivo: “Cuando comenzaba a plantearme la posibilidad de estudiar Historia, recuerdo haber leído los textos periodísticos de Leoncio Rodríguez sobre tradiciones, personas y monumentos de Canarias. En particular, siempre sintió un especial interés por la historia de La Laguna y por la necesidad de preservar y transmitir a las futuras generaciones la memoria de su pasado. Sin duda, en mi adolescencia y, a escala local, fue un estímulo más para estudiar Historia; comprender el compromiso que como ciudadano de La Laguna tenía en la defensa del patrimonio heredado de generaciones pasadas y asumir la responsabilidad de aportar nuestro granito de arena, complementando que no borrando el pasado”. Por todo ello, el investigador tinerfeño concluye que la defensa del callejón de salida en la plaza de la Concepción es, en lo personal “un símbolo”.